lunes, 23 de septiembre de 2013

Nos llaman burros, pero la mayoría de manifestantes tenemos carrera


Fortunato Morales, quien participa en las protestas magisteriales en el DF, es bilingüe (mazateco-español) y licenciado en matemáticasFoto Foto Arturo Cano

Arturo Cano

El maestro Fortunato Morales Pastelín lamenta no tener televisión por cable. “No me queda más que ver los canales donde nos llaman burros, donde no ven ni difunden nada positivo sobre nosotros… Televisa no está dispuesta a pasar lo que he hecho en mi escuela”, dice, y mira la marcha que comienza a avanzar detrás suyo.

Quizá haya pocos que se quedaron con estudios mínimos, pero la mayoría de los que aquí nos manifestamos tenemos carrera.

El maestro Fortunato es bilingüe (mazateco-español), tiene licenciatura en matemáticas y cursa en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), la licenciatura en educación indígena. Quiere, al terminar estos estudios, cursar una maestría en matemática educativa en el Instituto Politécnico Nacional.

Me gusta buscar oportunidades de capacitación, estudiar, formarme, dice. Algunos de sus maestros en la UPN, docentes con maestrías y doctorados en diversas instituciones, lo confirman.

Al concluir el bachillerato, Fortunato quiso estudiar informática, pero no lo consiguió porque su familia no podía costear su estancia fuera de San Jerónimo Tecóatl.

El mayor de seis hijos de una familia que elabora pan, además de cultivar maíz y café, se fue a Puebla a trabajar durante un año, hasta que un tío, maestro, le informó que estaban recibiendo bachilleres para tomar cursos de inducción a la docencia. A falta de profesores (aunque a veces dicen que sobran), egresados del bachillerato reciben cursos de varios meses y al terminarlos comienzan a trabajar como docentes.

Fue su caso. En 1994 inició su curso en Tuxtepec y lo terminó en Oaxaca capital, con una beca de 800 pesos mensuales.

Terminado el curso, su primera tarea fue reportarse a un plantón que la sección 22 del SNTE tenía en la plaza principal de Oaxaca. Una semana después se incorporó al trabajo en el aula, en San Antonio Eloxochitlán, un pueblo de la mazateca donde no hay ningún vestigio del nacimiento –ocurrido ahí en 1873– del niño que un maestro rural nombró Ricardo Flores Magón.

Su primer encargo en Eloxochitlán fue atender a los alumnos de tercero y cuarto grados de una pequeña escuela.

Años más tarde, siempre interesado en seguir estudiando, fue a Tehuacán, Puebla, a la sede de la Escuela Normal Superior, con la intención de cursar la licenciatura en matemáticas (porque me fascinan). El coordinador de la carrera lo rechazó en un inicio, pues provenía del subsistema de educación bilingüe. Me dijo que los estudios eran para maestros de secundaria y de preferencia de la ciudad, además de que el examen era muy difícil y no lo iba a pasar.

Tras insistir mucho consiguió hacer el examen. Quedó entre los primeros cinco lugares. Por su licenciatura ha ocupado cargos directivos en el área de educación bilingüe intercultural, pero no ha querido detenerse.

Preso 21 días

Preocupado por las dificultades para que mis alumnos escriban en su lengua materna y por llevar los saberes comunitarios al espacio escolar, decidió cursar la licenciatura en educación indígena en la UPN y actualmente radica en el Distrito Federal, con su esposa Lizeth (quien es arquitecta), y su hija Fátima era una bebé cuando su padre fue a dar a la cárcel, atrapado en una protesta luego de que la Policía Federal tomó la ciudad de Oaxaca en 2006. Estuve en un penal de Nayarit durante 21 días. Cuando mi esposa me fue a visitar le dije que no debía preocuparse, porque yo no había hecho nada. Ni modo, fui preso político.

–¿Cómo es un buen maestro? –se le pregunta. –Un buen maestro se dedica a su trabajo en el aula, pero también está dispuesto a trabajar fuera, visita a las familias, platica con los niños, se acerca a las autoridades. Es también el maestro que planea, que piensa y prevé las necesidades de los niños. Nos pagan por enseñar, pero no se trata sólo de que los alumnos aprendan a leer, a sumar y restar, sino que debemos intervenir en otras de sus necesidades. Por ejemplo, en mi comunidad hay mucha violencia hacia los niños; el problema del alcoholismo es grave. He ido a platicar con los padres de familia, y hay personas que lo toman bien y otras que desgraciadamente nos mandan a volar.

En las últimas semanas, Fortunato ha participado en las movilizaciones magisteriales en el DF –aunque la UPN sólo se ha sumado al paro por unos días–, porque piensa que en la reforma del Pacto por México, lo educativo ni siquiera se toca. Explica, en este punto, con ejemplos muy concretos de su trabajo en el aula, por qué se opone a la evaluación estandarizada.

Cada año, en la UPN se celebra una semana cultural de los pueblos originarios. Como Fortunato piensa que se ha folclorizado mucho, optó por invitar a varios alumnos de sexto grado de primaria: “Tres de los cuatro que vinieron nunca habían visitado la ciudad. Les pedí que vinieran a mostrar lo que saben hacer. Ellos estaban preocupados porque tenían que hablar, pero yo les insistí en que no importaba que dijeran el cubeta (en mazateco, el artículo para masculino y femenino es indistinto). Se expresaron muy bien. Trajimos maíz, caña, tepache, y los niños hablaron de la Fiesta del Maíz, del Día de Muertos, de cómo lo que hacen cotidianamente son contenidos que trabajamos en la escuela”.

La marcha está a punto de arrancar y Fortunato se despide: Es molesto cuando dicen que estamos desquiciando la ciudad. Pero el gobierno no nos ha dejado otro camino.

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