martes, 29 de octubre de 2013

“La NSA en México”, artículo de Dolia Estévez



La colaboradora de Noticias MVS y corresponsal en Washington, Dolia Estévez publicó un artículo en la revista ‘Poder 360°’ donde aborda el tema del espionaje por parte de Estados Unidos en México.

En el texto se menciona que de tiempo atrás se conocen los métodos de espionaje estadounidense y opina respecto a las diversas reacciones de los gobiernos mexicanos ante éstos hechos.

Aquí el artículo publicado por Dolia Estévez en la revista ‘Poder 360°’:

La NSA en México

Dolia Estévez/Washington, D.C.

Dicen que después de la prostitución, el espionaje es la profesión más antigua del mundo. Por considerarlo un país de alto valor estratégico para la seguridad nacional, Estados Unidos ha espiado a México desde que inició su vida como nación independiente. El espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en México y otros países, que reveló recientemente Edward Snowden, el ex contratista de NSA, no es nuevo, lo nuevo, en todo caso, es su magnitud e intensidad.

El 9 de julio, el diario O Globo de Brasil informó que la NSA tiene programas de espionaje en México para recabar información particularmente sobre energía y narcotráfico. La nota se basó en una filtración de Snowden, quien fue acusado por el gobierno de Barack Obama de espionaje. Además de México, bajo los auspicios de los programas de la NSA conocidos como Prism y Boundless Informant, la NSA también colecta información de intercepciones de teléfonos y de comunicaciones por Internet en Brasil, Argentina, Chile y Colombia. Unos días antes, el diario The Guardian de Londres, al que Snowden le dio la primicia sobre el espionaje de la NSA, reveló que las representaciones diplomáticas en Washington y en Nueva York de 38 países, incluido México, fueron objeto de las escuchas secretas del gobierno norteamericano. La lista fue proporcionada por Snowden.

Consultado al respecto, el ex embajador de México en Washington Arturo Sarukhan, dijo que hubiera sido “totalmente ingenuo de su parte” asumir que no había ningún tipo de escucha, intervención o monitoreo de la Embajada de México en Washington durante los años de su gestión, de 2007 a 2012. Por ese motivo, reveló que “un par de veces al año se hacía barrido de áreas sensibles de la embajada, la residencia y el coche oficial. Se creo una sala de juntas segura o cuarto de guerra, que no tenía ventanas (para evitar que tecnología de sensores, vibración y voz pudiese recoger sonido vía las ventanas)”.

El embajador Sarukhan explicó que se logró –por primera vez en la historia de la embajada– establecer una línea de teleconferencia encriptada con el CISEN y una red roja federal, que lo conectaba directamente al Presidente Felipe Calderón en Los Pinos, y a su gabinete.

Además, informó que también inició un protocolo en que toda persona externa que visitase la embajada tenía que dejar su celular en la recepción, razón por la cual no se permitía introducir celulares a la oficina del embajador o a la sala de juntas segura. Otra medida que tomó Sarukhan, y algunos de sus antecesores, son los llamados “acuerdos por la cuadra”, es decir, abordar temas delicados fuera del edificio de la Embajada, en las calles aledañas a la misión, para eludir las escuchas de la NSA.

Fuentes conocedoras dijeron que el teléfono rojo de la Embajada a Los Pinos y el llamado “cuarto de guerra” (ubicada en el segundo piso de la sede diplomática sobre la avenida Pensilvania) siguen vigentes, toda vez que sobrevivieron el relevo de embajadores a principios de año de Sarukhan al ex Procurador General, Eduardo Media Mora.

País sin secretos

David Phillips, director de la CIA para Latinoamérica en los 70, escribió en su clásico The Night Watch: 25 Years of Peculiar Service (1977), que con la excepción del misterio del tapado (en la época del PRI) y algunas “travesuras” en Cuba (durante la Guerra Fría), no había nada en México que la famosa agencia de espionaje no supiera. Si bien la legendaria presencia de la CIA en México ha sido documentada y hasta inmortalizada en la literatura, el espionaje de la NSA en nuestro país fue detectado por primera vez en la década de los 90.

La NSA fue creada por el Pentágono en 1952, poco después del inicio de la Guerra Fría, con la misión central de recaudar información de inteligencia a través de intercepciones satelitales y electrónicas, lo que en la jerga del espionaje se conoce como “signal intelligence”. En sus primeras tres décadas, la NSA era una agencia tan secreta que el propio gobierno de Estados Unidos no reconocía públicamente su existencia, lo que dio lugar a que se dijera que el acrónimo “NSA”, en realidad significaba “No Such Agency”. La caída del Muro de Berlín en 1989 y la presión de la sociedad civil forzaron al gobierno estadounidense a reconocer su existencia. Hoy se sabe que sus oficinas centrales están en Fort Meade, en el estado de Maryland, y que su director es el General Keith Alexander. Sin embargo, su presupuesto y plantilla laboral, siguen clasificados, aunque extraoficialmente se estima en 10 mil millones de dólares y su personal en 30,000.

Hasta 1989, los blancos principales del espionaje de la NSA eran los países de la ex Unión Soviética, pero con el fin de la Guerra Fría, la agencia amplió su menú de blancos para incluir comercio internacional, narcotráfico, finanzas, energía y, desde luego, terrorismo.

El dossier Colosio

La primera vez que se tuvo conocimiento del espionaje de la NSA contra México fue a principios de la década de los 90 a raíz de los siguientes sucesos: el asesinato de Luis Donaldo Colosio, las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el levantamiento zapatista en Chiapas y el derrumbe del peso. En respuesta a una petición de información bajo la Ley de la Libertad de Información ante la NSA, ésta reconoció tener “cuatro reportes de inteligencia extranjera” sobre el asesinato del candidato del PRI Colosio en 1994, pero declinó divulgarlos, “porque podría dañar seriamente la seguridad nacional” de Estados Unidos. La NSA clasificó el dossier Colosio de “top secret” (secreto máximo) y de “secreto”, argumentando que su “habilidad para interceptar comunicaciones extranjeras” debe permanecer “bajo estricto secreto”.

El levantamiento zapatista el 1ro de enero de 1994, que coincidió con la entrada en vigor del TLCAN, activó el alerta ámbar de la NSA. La información sobre las capacidades militares y la ubicación de los zapatistas en documentos desclasificados por el Pentágono, es de tal precisión y puntualidad que sólo pudo haber sido obtenida por los satélites espías de la NSA. Se decía que la tecnología usada por la NSA en Chiapas era tan avanzada que hasta podía “contar los vellos en el pecho” del Comandante Marcos.

Durante las contenciosas negociaciones del TLCAN, el equipo estadounidense a cargo de la Representante Comercial de la Casa Blanca, Carla Hills, se benefició de la información obtenida secretamente por la NSA que adelantaba la posición que llevarían los mexicanos a la mesa de negociaciones. Poco después, cuando el peso se desplomó a finales de 1994 y se iniciaron las pláticas para el multimillonario rescate de la divisa, gracias al espionaje de la NSA, Washington supo que las autoridades mexicanas mentían sobre el nivel de reservas internacionales. La NSA tenía interceptados los teléfonos, los fax, las computadoras y otras comunicaciones electrónicas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y del Banco de México.

Espionaje en la ONU

En 2003, el semanario británico The Observer reveló que el gobierno de Estados Unidos tenía interferidos los teléfonos y correos electrónicos en las misiones diplomáticas y en los domicilios particulares de los representantes de seis países. Esos países, entre ellos México, eran miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU) y, como tales, se resistían a votar a favor de la iniciativa estadounidense autorizando la invasión de Irak.

En base a un memorándum interno de la NSA, The Observer informó entonces que la agencia intervino las comunicaciones del Representante de México ante la ONU, Adolfo Aguilar Zinser, instaló micrófonos ocultos en la sede de la representación mexicana en la ONU y en los salones donde se reunían “secretamente” los embajadores disidentes. El espionaje de la NSA fue decisivo en descarrilar la resolución impulsada por Aguilar Zinser contra la intervención militar estadounidense.

En enero de 2004, poco después de haber renunciado al cargo en la ONU, Aguilar Zinser acusó al entonces secretario de Relaciones Exteriores Luís Ernesto Derbez, de haberse negado a investigar versiones sobre el espionaje estadounidense en la Misión mexicana en Nueva York por temor a confrontar a Washington. En entrevista publicada en El Financiero en febrero de 2004, Aguilar Zinser narra que Derbez le dijo que no fuera ingenuo, “que no cabe la menor duda que estamos espiados. Pero, me preguntó, ¿qué ganamos con un pleito con Estados Unidos ahorita?” Cuando le pidió a Derbez enviara técnicos del CISEN, éste le preguntó, “¿para qué? Claro que están intervenidos”.

La tibia actitud que asumió el gobierno de Enrique Peña ante las recientes revelaciones sobre el espionaje de la NSA, evocan la actitud de Derbez hace una década. La timorata respuesta de la Cancillería a cargo de José Antonio Meade, contrasta con la energética reacción de sus contrapartes sudamericanos, particularmente Brasil. No satisfecho con las explicaciones ofrecidas por el embajador estadounidense en Brasilia, Thomas Shannon, el canciller brasileño Antonio Patriota amenazó con denunciar el espionaje de la NSA ante la ONU. Meade, en contrapartida, parece compartir la filosofía de su antecesor panista de decir, ¿qué ganamos con un pleito con Estados Unidos ahorita?

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